Acción efímera: del actor al director escénico.
"5 minutos y a escena" y tú corres en dirección opuesta. Años corriendo hacia el escenario, aplacando miedos en cada paso. Oyes el pie que da comienzo a tu carrera. La cabeza te da vueltas y ya nada tiene sentido. Piensas que te vas al suelo y de pronto, observas, andas ya buscando luz en tus pestañas, hablas y juegas. Sostienes al público en el nudo que te apetezca. Retumban aplausos y tú sudas divagando en que parte los dejaste colgados para mañana salir a mantenerlos atados todo el rato.
Pero hoy corres en dirección opuesta. Son segundos nuevos corriendo en sentido contrario al escenario, aplacando miedos en cada paso. Voces que te gritan un regresa desesperado. De la primera hasta la última, sabes, quien va a dejar colgado y tu no ves la luz en tus pestañas con la que poder jugar a mantenerlos atados todo el rato. No sudas tu, suda tu mente revisando y encontrando, anotando e imaginando nuevos juegos y palabras con los que expresar mejor aquel detalle infame que ocultaste tras la sombra de un gesto esquivo al público. Retienes hasta la pequeña mota de polvo que cae atravesando la escena, la cotejas con filosofías actuales y viejas, recuerdas pasados de actores, de personajes los mezclas en infinitas posibilidades de luz, color, gesto, sonido y movimiento. Quedas en suspenso "alguien vuela por el proscenio" revierte miles de hipótesis en momentos verdaderos. Observas las caras del público y sabes que en cualquier momento deben respirar, deberían tener un hueco para respirar pero están contentos porque, sin querer, vuelan con el actor por el proscenio subiendo hasta los telares, descolgándose por el sufrimiento del protagonista. Ahora odiándole, ahora amándole. Y entonces, te das cuenta de que eres tú la que más vuelas, eres tú la que no respira porque estás atenta a todo lo que sucede en miles de dimensiones que parecen paralelas. Eres consciente de cómo se mueven y se mezclan. Ya no corres en dirección opuesta, corres hacia el escenario pero tu momento no es ahora. Corres cuando acaban de retumbar los aplausos, cuando acaban las risas, las flores y los abrazos. Cuando todos duermen y descansan envueltos en miles de sueños de éxitos, eres tú la que está paseando por los andamiajes del teatro, resolviendo, apurando, inventando y preparando. Eres la que guarda la llave que abre el sueño de todos público, autor, técnicos, administradores, productores, actores y personajes.
¿Estarás por aquí? Dice el público.
Estaré hasta que la última luz se apague. ¿Necesitas algo?
Hablar de toda esta experiencia. Creo que, después de esto, cambiarán cosas en mi vida.
Te escucho.
¡Por fin! tengo el para qué del teatro entero.
Fuera luz. Silencio.
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