jueves, 12 de agosto de 2010

De la responsabilidad en un artista

Los para qués eternos que poseen a un artista


De la responsabilidad hablamos en cada clase, en cada encuentro que se riega con cañas, claras y aceitunitas. Es nuestra obsesión cuando tomamos en nuestras manos cualquier proyecto porque, entrenados y a fuerza de costumbre mecanizamos todas las preguntas que dar cuerpo al esqueleto de la propuesta. Damos respuestas a qués, como, donde, cuando, quien, porqué y para qués que abren puertas al encaje perfecto de circunstancias previas, circunstancias externas e internas, circunstancias subyacentes, vínculos, conflictos, objetivos y acciones. Hacemos estas preguntas de forma constante para crear el personaje, para relacionarlo con los otros personajes de la historia. Hacemos estas preguntas para entender y componer la historia. Nos volvemos a hacer las mismas preguntas para entender y componer la relación de los personajes con lo que contamos. Volvemos a la carga para crear relacionar al personaje y a la pieza con el público. En todo momento, nos hacemos las mismas preguntas y terminan convirtiéndose en parte nuestra sin discutirlas. Yo personalmente, nunca me pongo nerviosa ante la visión de un estreno. Mi infierno particular sucede justo cinco minutos antes de salir a escena y toma tonos de máxima tensión en el intento de explicarme el porqué y para qué, salgo a escena.


Inicias un proceso largo que va madurando respuestas. Inicias casi en la base en la que coincidimos todos los que nos manejamos en el arte. Recuerdas que es primordial hacer leer malezas que dificultan visiones para dar oportunidad a plantear, a quien te mira, soluciones nuevas que les permitan vivir mejor o cambiar ciertos patrones que les hacen sufrir. Revisas hasta la última coma y determinas que lo importante es enseñar el uso de tu propia libertad de pensamiento. Por el camino aprendes, que el artista, asume sin pudor la posición de "te dejo que me odies" pero, por favor, cambia acciones que te hacen sufrir a ti y que hacen sufrir a todos los que te rodean. Un día descubres que puedes hablar en miles de colores y sabores, aprendes a levantar al público en un vilo para soltarlo en la siguiente frase a punto del desvanecimiento por el ahogo de sus propias emociones que tú, has despertado, a base de estructuras pensadas, trabajadas y puestas a prueba hasta el límite del agotamiento físico y mental. Pero el artista, termina queriendo más. Yo no conozco un artista que no esconda un trabajo discreto por diferentes causas perdidas en estas sociedades que se agotan a si mismas  poniéndole complicado al otro en vez de jugar a si te lo pongo fácil, tú te verás obligado a hacérmelo fácil a mi.


Cuando el artista llega a ese punto, siempre sucede porque acaba observando que a pesar de sus esfuerzos, hay demasiadas cosas por cambiar y que su escenario no le da cobertura para ocuparlas a todas. Cómo su última consecuencia es la acción decide que es el momento y lo hace. Puedes determinar donde anda ocupado por el gesto de sufrimiento al tratar un tema que genera infiernos. La empatía que despliega le hace sentir en carnes propias las miserias ajenas.


De cuando yo llegué a ese punto, rescato mis acciones indirectas en algunas asociaciones no gubernamentales. Acciones directas donde intento imprimir en el que me rodea la cualidad y la certeza de que si yo puedo, tú puedes. Si yo amo lo que hago, tú también puedes amar lo que haces. Si yo soy creativa, tú también puedes lograr serlo. Si consigo levantar mi peso, casi si esfuerzo, de zonas muertas, de ámbitos hostiles aportando luces nuevas tú, desde luego, también puedes hacerlo.


Porque no hay nada como vivir para hacernos mejor la vida unos a otros.


¡Que pasen, actores, directores, autores, coreógrafos, bailarines, pintores, escultores, gentes de circo, titiriteros, poetas, escritores, maestros, creadores, artistas, pedagogos  y todo los representantes de las disciplinas artísticas que quieran ser útiles también aportando valor y experiencia a empresas que quieren ser marcas|¡

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