jueves, 15 de julio de 2010

Buster Keaton



Buster Keaton, construyó un persona mítico que gustaba de las acrobacias extremas. Olvidando de los gags de la época Keaton coreografiaba sin cesar, conectando a la perfección toda la línea de acciones. Su interpretación es la interpretación del movimiento. Sus escenas son auténticas coreografías de infinito buen gusto. El actor de lo físico que muestra siempre su cara de piedra, que permanece inamovible de forma independiente de las circunstancias de la escena que derivan en la construcción más increíble de personaje tragicómico.

Ritmo desenfrenado que acompasa un tempo adecuado. Es el rey de las fórmulas matemáticas llevadas a la expresión del baile escénico. Él es el dueño de todos los niveles espaciales, sube, baja, retrocede dibujando geometrías mágicas. Diría que es el inventor de las poleas, diría que él es una polea que conoce el mundo de las probabilidades que oculta como mecanismo.

Es el actor del no gesto que se convierte en el perfecto actor gestual. Le conocí en la Filmoteca, en Madrid, aunque creo que, de pequeña, le vi recorrer alguna vez las 365 líneas de las televisiones viejas, que andaban por aquella época, aturdidas con el Gordo y el Flaco. Nadie habla de él en las negruras de los laboratorios teatrales pero conocerle es amarle para caer en la cuenta de que no hay soporte, ni pieza que aguante, actualmente, semejante embate de energía fresca, de fuerza y precisión de puesta en escena que haga vibrar emociones como en estas cintas viejas.

El bailarín perfecto de fórmulas matemáticas y físicas andaría hoy triste o enganchado a juegos nuevos más cercanos a la bella profesión del circo y lejos, muy lejos del cine.

Es bello su trabajo y digno del más ferviente estudio por directores y actores que quieran tener absoluto control sobre los espacios escénicos.

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