jueves, 20 de mayo de 2010

Hablando de Meyerhold

Volviendo al inicio, oí hablar de su existencia en la isla. Pero fue en un susurro que se coló a mis oídos entre el ruido de la marea, el fregar de platos y una algarabía divertida que buscaba la cena perfecta en uno de esos apartamentos que dan a las Canteras. Cómo nadie nos presentó y de pronto surgió una batalla sabrosa y muy digestiva por Freud , en la que también estaba implicado Nietzsche, me olvidé de su nombre. Y esta vez lo olvidé en serio, porque ni siquiera pasé por la biblioteca del pueblo a pedir que le trajeran, hasta las estanterías.

Mi relación con Stanislavski era, en aquella época, tan profunda y tan obsesiva que no tuve tiempo de conocer a otros.

Un día, lo vi entre los libros gastados de un compañero que estudiaba dirección, estaba escondido, oculto. La percepción de que era algo secreto se adueño de mi al instante, mi cabeza giraba asustada hacia la puerta por la que había salido mi amigo, temiendo que me pillara cometiendo tal tropelía. ¿Tropelía? Paré en seco, al libro se le nota viejo, el guardapolvos que llevaba Meyerhold de tan raído, no tenía ni nombre. Quizá fue azul oscuro en la mejor de sus épocas, pero ahora mostraba un azul que casi tiraba a verde brillante, medalla ganada por miles de esfuerzo. ¿Qué tropelía es la que cometió este señor para que lo lleves tan en secreto? No quiero dañar tu tierna alma de actriz.  Las actrices, no tienen almas tiernas, te equivocas. La tienen más tiernas de lo que tu te crees, contestó. Este teórico es muy racional y perjudicará tu inocencia, un actor necesita de su inocencia para estar en escena. Callé.

Al día siguiente, me presenté yo sola a Meyerhold, en la librería "la Avispa". Salimos juntos a la calle y charlamos animadamente al sol, en los bancos de Plaza España.  ¡Que tipo tan estupendo! Tenso, vibrante, lleno de color, pasión, pasión, pasión.  Y entendí, porqué era tan "pernicioso" saltando la Cuarta Pared de su maestro Stanislavski, hablando con el público en la platea, corriendo encima de sus cabezas. Con comportamientos irreverentes, alegres, divertidos comiendo, hambriento, espacios de comunicación controlados, haciéndolos saltar por los aires para dialogar, frente a frente, con reyes, camareros, lavanderas, tenientes, contables y pordioseros. Tenía razón, es "pernicioso" pero no para las almas "tiernas" de las actrices. Resulta feo para quienes quieren atarte a laboratorios escasos de recursos escénicos. Para quienes la imaginación queda en la copia de espectáculos que vieron en el festival de enero. Para esos, que tienen el alma constreñida de miedos.

Llegó, Raúl Serrano y cuando abrió para mi el baúl de los recuerdos, de lo mío son las risas, el estruendo del arte, las grandes explosiones interactivas con el público. Y recordé, también, que la pedagogía teatral de el señor Konstantín Stanislavski,desde luego no era la pedagogía teatral con la que se enseñaban sus descubrimientos en Madrid.

Entendí, que, resulta curioso, que de Stanislavski parta a la carrera un discípulo tan opuesto. Definitivamente, los extremos se tocan y no hay opción cuando la marea sube, luego baja. Pero y si por casualidad no fueran tan opuestos. Recordad que yo tenía un cuaderno verde, muy importante, que se convirtió en arma y más tarde, en alfombra voladora.

Sea como sea, Meyerhold nunca supuso para mi ninguna dificultad añadida. Al contrario abrió para mí la caja de colores más fantásticos que se pueda imaginar. Es el alma más parecida a mi que yo recuerdo, es de lectura y puesta a prueba obligada, no sólo para directores, sino para actores y actrices "tiernos". Para escenógrafos, iluminadores, maquinistas y pintores, escultores, músicos, bailarines, directores de orquesta, coreógrafos y cualquier persona que maneje cualquier recurso artístico.

¡Estaría bueno!



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