lunes, 26 de julio de 2010

Hablando de Luis Buñuel

Hablando de Luis Buñuel o de como un cuento, un juego, un invento, un lamento, un botijo, una risa, un movimiento, un palo y una cesta conviven en el mismo espacio y se convierten en versos.







Luis Buñuel, director de cine español naturalizado mexicano. La gran mayoría de su obra fue realizada en México y Francia y es considerado uno de los más importantes y originales directores de la historia del cine (dice la Wikipedia de él) pero no andaba yo conforme y revisé más explicaciones aunque estas quedan todas resumidas en una pregunta con respuestas anacrónicas que poco importan al talento de un artista que se explica a si mismo por medio de le experiencia que leen sus ojos, oyen sus oídos, sienten su corazón y su piel y que no cuenta con perlas calculadas de auto venta. Andan por ahí preguntándose si hace o no hace arte y él queda, siempre, atrapado en la utilidad de ese mismo arte, que huye, por caminos de lo que no es políticamente correcto paseando entre personas que andan acostumbradas a largas, tediosas y soporíferas lecciones didácticas con grandes dosis de moralidad impuesta. A mi, como que me da lo mismo, habiendo nacido en un sitio donde se da más importancia a lo que sientes y piensas que la secuencia lógica de los hechos acaecidos en un suceso, siento que algo se pierden los que sólo dan crédito a la estructura aristotélica, creyendo que si Aristóteles hubiese vivido más de dos siglos, no habría jugado,  el mismo,  a romper su famoso juego.


Hablar de Luis sin hablar de surrealismo es como hablar del sol sin tener en cuenta a la luna. Hablar de surrealismo, sin tener en cuenta que Bretón campó a sus anchas en tierras canarias es no entender lo que yo digo y sea como sea, dejando utopías, que todos apreciamos en esta corriente artística, podemos hablar de la importancia vital que para un artista tiene esta tendencia en el desarrollo complejo de la libre creatividad o de la creatividad simple que debe desarrollar.  Sin un exhaustivo entrenamiento en los juegos de estos maravillosos ejemplares de artistas quedas eternamente cojo, manco y tuerto en los andares que la creación requiere. Sin la libertad de esos juegos el intento de volar, queda en eso, sólo en un intento.


Si alguien quisiera hablar de jugar debería leer "El último suspiro" para que primero le rompan las penas del alma los tambores de su querida Calanda. 


Recordar "El perro andaluz", "Viridiana", "Ese oscuro objeto de deseo", "Tristana, "El fantasma de la libertad", "El discreto encanto de la burguesía", El Ángel exterminador", "Simón del desierto"


Y como nota sus espacios abiertos que adivinan, en un momento, finales tristes y felices de palabras antes de ser guiones. 


Una suerte haber conocido y amado su obra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario