jueves, 8 de julio de 2010

Tenesse Williams

Tenesse Williams, si no tuviera más palabras y gestos, tendría que repetir casi lo mismo de Tenesse que de Antón P. Chéjov, en España, no se le saca a pasear más lejos que de las cercanías de las escuelas y laboratorios. No resulta cómodo un autor que al leerlo revisa, en profundidad, las idas y venidas de los juegos de relaciones entre los seres humanos o puede que la razón sea que lo leemos con la visión de un pueblo que aún añora libertades y con poco humor consigo mismo. 

De la lentitud con la que puedes ver representados el montaje de sus piezas llevadas , de casualidad, a cartel en Madrid, queda la certeza, de que es un autor triste y melancólico, que aún siendo de gran valor lo que nos cuenta, sin embargo, resulta de difícil digestión. Nada más lejos, de lo que en realidad propone en sus textos. Revela, éste, autor, un gusto por la ironía fina y descarnada, mientras mueve personajes al ritmo de las parodias más trepidantes. 

El valor de su obra, es de tal magnitud, que retarse a montarlas, es sólo un juego si quitas la venda que hace que la leas, con la visión de tus sufrimientos y tus esfuerzos propios por transformar estos. 

Atraparlas en este momento social y económico resulta sólo un pequeño movimiento de palabras. Sacar a este autor para que todos puedan apreciar la belleza de sus mundos internos, no debería resultar el engorro apabullante, que cae encima, de equipos acostumbrados a admirar y a colocarse siempre, cuatro pasos atrás del genio que descubre en otros y que tan duro les cuesta mirar en ellos mismos.

Si sus obras más famosas son

Reconocidas por el gran público porque fueron llevadas al cine, donde actores de nivel máximo dieron vida a sus personajes. Pero sólo conocidas por los aprendices de las artes escénicas. No puedo olvidar, ni dejar de sugerir la revisión de toda la época de piezas reunidas bajo el nombre del País Dragón. 

“País del Dragón, país del dolor, país inhabitable que, sin embargo, está habitado. Todo el que cruza esa región enorme, y tiene su propio sendero para transitarlo a solas. Si los habitantes, los exploradores del País del Dragón, miraran a su alrededor, verían a otros exploradores, pero en el país del dolor soportado pero insoportable cada cual viaja solo, enmudecido y  cegado por su propio viaje a través de él. Nadie ve, no se busca a ningún otro que lo esté cruzando con él.” 
Tenesse Williams

Si aún no se puede observar la ironía de semejantes textos, puede ser que la única opción posible para este autor en este país, siga siendo la de pasear, mudo, por escuela oscuras.
Y a mi solo me quedaría desear que me hablen como la lluvia y que me dejen escuchar para recomponer futuros brillantes encontrados con pasados fracasados que se muestran en presentes sufrido. Cuando leo a Tenesse, el mensaje vívido de la esperanza recorre la platea hasta subir a los vestuarios. La tensión dramática que sus textos manifiestan, hace tiempo, que no recorren el camino de la cabeza, a la pluma, al papel de dramaturgos nuevos.

También nos queda trabajo convenciendo a programadores de teatros viejos, que apuesten por una expansión de una cultura global más que por la necesidad de programar cantidades ingentes e incomestibles, en muchos casos, de cultura que sino llega avalada de cabeza de cartel, tendrá que ser barata, de baja calidad. Y de otros objetivos, que guardan ocultos, algo más indignos, de los que no voy a hablar.

Pero, sin duda, el material que trae bajo el brazo este autor teatral es de un valor tal, que nunca quedará del todo muerto en estanterías que lleven el cartel de teatro.

Toda una experiencia sumergire en las intrincadas leyes de su piezas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario