miércoles, 4 de agosto de 2010

¿Qué fue del submarino y el zumo de fresas que le quedó adentro?

Del submarino dijimos poco, alguien nos lo prestó, y eso ya, de por si, genera cuento.Solo hay que ponerse a pensar como, cuando, quien, para qué y porqué. Pero ¿nos conviene desvelar tus vinculaciones secretas con alguna que otra figura de poder "misterioso" que camina por este mundo? Demasiadas explicaciones y hace mucho calor como para ponerse ahora a semejante tarea. Lo único que nos queda es que saques de la nevera los helados que guardábamos para una ocasión peligrosa, los abrimos, los tomamos y a otra cosa mariposa.


Del viaje sabemos que quedó viejo, ósea, que era nuevo, nuevecito y oliendo a fresco y que era chiquito, muy chico porque tú y yo solos y ya andábamos estrechos. Del submarino también sabemos que se resfrió y que tiene tendencia a subirle la fiebre cuando esto le sucede. Si con agua de llantos logramos empapar la bata rosa que calmó su sufrimiento, podemos adivinar, que no es un submarino cualquiera respondiendo, de esa manera, a gestos de ternura que provocan amarguras, que hacen llorar para calmar una popa calenturienta. Si tanto cariño llega a profesarse a un submarino que se diferencia no siendo un cualquiera, quizá, debimos incluir alguna de sus hermosas frases durante el relato anterior, pero el caso, es que no venía al cuento. Eso si queda pendiente, el amor que afloró entre un submarino y una fresa o ¿te olvidas de la llamadas llorando por un amor que creyó perdido? borracho de zumo de fresas la pasión le hizo prisionero, perdiendo hasta la capacidad de expresar paisajes internos, con la que nos enamoró a todos. A todos, menos a la fresa, que andaba revuelta en miles de sufrimientos hasta que quedó serena. Disfrazarle de Cirano de Bercerac, fue todo un acierto, quedaba estupendo y le venía que ni al pelo. Algo extraño, eso si, tu empeño en colocarle las gafas de Dolce & Gabanna, a pesar de que la poca veracidad histórica de su vestuario, es de reconocer, el toque de glamur, que le dio a todo el contexto. De empujones, tirones y paradas aún tengo dolor de espalda ¡Hasta que llegamos a la oreja rosa de la fresa!. Escondía yo, en la bata, aún gotas de lágrimas de Pierrot porque no veía muy claro un desenlace de juegos y brincos y temiendo un refriado mayor prevenía una tormenta de ahogos. Sino todo salió como cuentan las bellas historias de amor, al menos, después de la estruendosa carcajada de una fresa traviesa, pudimos observar como, de una atacada, tragaba al submarino y se quedaba tan fresca. 


De pronto, el cuento, había dado un giro inmenso:


¿Qué fue de la fresa y el submarino que se le quedó dentro?


Tú cara de sorpresa y yo que me quedo tiesa para recordar, en un momento, mi presteza manejando el móvil, sólo rezaba, porque adentro hubiera algo de cobertura. 


Su respuesta: No os preocupéis. Todo está perfecto. Siempre nos quedará Twitter.


Llegar a casa fue la proeza "aventuras y desventura de dos viajando desde el aura de una fresa hasta casa sin el submarino a cuestas"



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