¡Ay! Muerto uno, cuán pronto entre los hombres el agradecimiento se desvanece y cae en el delito de traición, si de ti ¡Oh Ayax! este hombre, por frívolos pretextos, no guarda ya memoria, cuando por él tú tantas veces exponiendo tu propia vida sufriste las fatigas de la guerra. Pero ha pasado todo esto al olvido. ¡Oh tú, que acabas de proferir tantas y necias palabras!, ¿no te acuerdas ya de cuando en el vallado hace tiempo encerrados vosotros, que ya nada podíais, en la huida de todos, éste os salvó acudiendo solo cuando ya en torno de las naves por los altos bancos de los marineros ardía el fuego, y hacia los marinos esquifes se lanzaba por el aire Héctos saltando el foso?¿Quien de todo esto os salvo? ¿No fué este el que lo hizo, de quién tu dices que nunca combatió a pie firme? ¿Acaso vosotros no aplaudisteis estas proezas? Y cuando de nuevo el solo salió a combate singular con Héctor, ¿No fué porque él, queriendo que le tocara la suerte, en vez de una bola de tierra pesada, puso la suya muy ligera para que fuera la que en el sorteo saltara del casco por encima de las demás? Éste fué quien hizo tales cosas, y con el estaba yo, el esclavo, el de bárbara madre nacido. ¡Miserable!, ¿A dónde miras cuando tales cosas dices? ¿No sabes que de tu padre fué padre el antiguo Pélope. Que era un bárbaro frigio, y que Atreo, el que te engendró. Fué un hombre execrable que presentó a su hermano un banquete de sus propios hijos? Y tú mismo, ¿No naciste de madre cretense, encima de la cual sorprendiendo a un hombre extraño el padre que te engendró, la arrojó a los ágiles peces para que la destrozara? Tal siendo tú, ¿de tal modo injurias mi linaje? A mi, que he nacido de mi padre Telamón, el cual, por habr alcanzado el primer premio del ejército, obtuvo como consorte a mi madre, que de nacimiento era reina de su padre Laomedonte, y que como distinguido presente se la concedió a mi padre el hijo de Alcumena. ¿Acaso yo, siendo noble y de dos nobles nacidos, puedo deshonrar a los de mi sangre, a quienes ahora tú porque yacen en tales miserias, rehúsas la sepultura sin avergonzarte de decirlo? Bien; pues esto has de saber: con éste, si le arrojáis a alguna parte, arrojaréis también a la vez a nosotros tres, muertos con él. Porque entiendo que bello es para mí el morir gloriosamente luchando por éste, que no por tu mujer y por tu hermano. Ante esto, mira no por lo mío, sino por lo tuyo; porque si me ofendes en algo, algún día querrás haber sido tímido más que valiente en este asunto mío.
Ayax (Sófocles)
Siempre que leo este tipo de textos me pregunto ¿porqué no los representamos más? la belleza de las palabras, la muestra descarnada de sentimientos, la complicada estructura de relaciones que siguen siendo actuales, la imponente postura de personajes regios respondiendo con valentía a los desafíos que les pone la vida. Pero no deje este texto arriba para extenderme por estos juegos.
Era otro juego el que quiero proponer. Una vez leído para nuestros adentros me planteo que lo voy a leer de nuevo, en un auditorio donde hay unas 2000 personas, el director ha ubicado el cuerpo de Ayax en el mismo centro del escenario. Yo quedo ladeada un poco a la derecha de los ojos del público y tengo que leer para que todos me escuchen. Aseguro que no se puede encontrar una sensación de terror más intensa que esta si se viera uno en esa situación por sorpresa. Si pudieras controlar el efecto y no huir o quedarte paralizado por siglos enteros el primer acto reflejo es la de gritar el texto, incluyendo giros vocálicos que denoten ciertos sentimientos que se prevén a simple vista nada más comenzar a leer estas estupendas palabras. Si quien está en la escena, mantiene ocultos ciertos poderes de observación intentará aplicar gorgojeos imposibles, respiración ansiosa, jugará a retorcer palabras en quejidos y lamentos cantando todo el texto.
Pero yo planteo, lee el texto tal cual está escrito. Esfuérzate en leer acentos, comas, puntos, signos y cada vocal pegada a su consonante. No mires las frases, lee cada fonema y elige un sonido para cada uno de ellos. Y saldrás del paso con matrícula de honor en semejante situación. Entrena este proceso hasta que seas capaz de hacerlo a la perfección de forma mecánica. Machaca cualquier texto que caiga en tus manos hasta el punto de lograr hacerlo tal cual está escrito y escucha lo que dices, escucha como suena y verás aparecer una música para cada uno de ellos.
Hasta el más neófito en técnicas de actuación conoce el poder de la música para cambiar estados anímicos. Sabe que según que tipo de música pongan, en ese mismo instante, su cuerpo se moverá de una forma u de otra. Bailar la música que sale del mismo texto: amplificarás tus registros con todos los registros del autor, casi sin esfuerzo. Encontrarás todas las líneas que dibujan el personaje. Encontrarás todas las herramientas bailando para ti sin que medien palabras huecas de directores aburridos de estar sentados buscando la forma de que les de el foco con luz cenital y evitarás terroríficos estados de tensión escénica que provocan los trabajos que realizas a trozos emocionales ahora y después, a trozos físicos, en clases de interpretación.
Encontrarás la línea que nunca se interrumpe de conexión con el autor. Pueden venir mareas enteras pero tú sabrás como contenerlas. Podrás entender al autor y poco a poco sabrás ser autor de mensajes complejos en todo momento y para cualquier situación.
Si es una técnica de una validez impresionante para el trabajo de un actor. No hace falta recordar que todos, en la vida real, sufrimos espacios de actuación cuando queremos hablar o leer en público.
Yo siento un agradecimiento ilimitado por Ana Solano, que se esforzó hasta lo indecible porque yo entendiera y pudiera bailar textos y por Esperanza Abad que jugó conmigo hasta que entendí las increíbles aplicaciones prácticas que tiene esta estructura técnica.
De Ana, siempre recuerdo su demanda "Es un griego, los textos griegos no cantan, mira esas y, míralas de cerca, no cantan, es imposible" De Esperanza, recuerdo la increíble exposición que hizo, una tarde, de las infinitas formas de decir patata que encontró y el susto mayúsculo que mantuvo mi corazón en un puño durante días cuando me hizo recoger del suelo tres partituras de música contemporánea y me dijo que las cantaría en una semana, fue cierto, las canté a los cuatro días.
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