jueves, 21 de octubre de 2010

Conflictos. Técnica de actores útil para todos

¡Ay, madre! ¡Que miedo!

Cuando se nombra la palabra conflictos, fuera de los entornos que pasean las disciplinas artísticas, todo el mundo corre a salvaguardarse de chaparrones que caen cortando falanges. Los conflictos, tal y como los ve un artista, son el material que devendrá en escenas, que tú querrás ver y que si no tienen la dosis justa, tú querrá estar en el bar de la esquina tomando café y de cháchara amena con tus amigos evitando el aburrimiento que no terminará de romperse hasta que no pares de observar el cuadro, la escena, la película, el concierto...

Tampoco podrás contar una historia cuando ellos no aparecen, yo te reto a que lo consigas y si puedes, que me cuentes a mi el secreto, por si de algo me sirviera luego para mis actividades cotidianas profesionales.

Un conflicto se compone de dos voluntades que se oponen. Decir esto es decirlo todo y para aplicar correctamente las proporciones es preciso hacer memoria y sacar del baúl de los recuerdos, aquellas lecciones de física, donde había un cuerpo al que se le sometía a la fuerza y la velocidad de dos direcciones que es la única forma que yo tengo, como buena, para poder leer cuales serán buenos y cuales peores.

Las voluntades que se oponen tienen dos formas de manifestarse, una está fuera y siempre interviene otra persona u objeto. Pero hay dos voluntades que se oponen siempre y que están dentro. Las dos formas son contempladas por los artistas manteniendo contacto con ellas de forma constante, porque recuerda, que lo que aparece es movimiento. 

Yo construyo conflicto fuera y elijo que uno de ellos tenga menos fuerza o velocidad que el otro, llamando a la voluntad más fuerte protagonista y a la más débil antagonista. El antagonista defiende un status quo reinante, el protagonista busca la demolición de ese estatus y lo somete a revisión constante. Los protagonistas y antagonistas son tan necesarios como agua si quieres apagar la sed, en cualquier historia que se precie, dando igual, que las fuerzas que se oponen intenten romper un status quo reaccionario o revolucionario porque lo que termina importando más que el conflicto en si, es el mensaje que el autor quiere transmitir.

Yo construyo conflicto dentro, sin un conflicto interno, tú nunca podrías sostener que lo que has visto te ha parecido real, si una tensión interna que genere acciones de todo tipo, no se puede apreciar la verdad que convierte una mentira en una convención que vas a aceptar y querrás haber asistido a un dibujo plano sobre un papel mojado. Si bien el protagonista se enfrenta a una demolición de un status quo, no puede dejar de enfrentar lo mismo que enfrenta frente al antagonista, dentro, incluso puede que dentro, lo esté enfrentando con mucha más fuerza. Lo mismo le pasa al antagonista, él no puede, luchar fuera, sino deja que las dudas el invadan hasta la médula. Esa lucha interna, la quieres ver más que la externa, aunque tú no lo sepas, es la sangre que recorre toda la escena para darle vida a la convención que hemos aceptado.

A muerte, siempre que se sale a escena es a muerte. Nunca se puede convertir en una acción mecánica que dibuja formas más o menos hermosas, hay que salir a muerte, sabiendo quien vencerá y quien no. La salvedad, es que saber medir correctamente la fuerza y velocidad de las voluntades que se oponen en escenas, te da la cualidad de poder "jugar" a muerte con las acciones físicas. Si no puedes medir, la escena, tampoco te gustará, porque te sentirás como un vecino observa y que deja maltratar a otro ser humano. Todo debe estar medido para poder salir a muerte.

Hasta aquí puedo leer para que con un conocimiento mínimo de la función de los conflictos artísticos, se pueda llegar a apreciar el valor que tiene la medición de estos en la sensación y certeza que manejan equipos artísticos. Los conflictos son bellos, son necesarios, son estupendos. Sin los conflictos todo se convertiría en una especie de aburrimiento espantoso, la imagen de una eternidad que ya huele a muerte, porque sería la estampa que tenemos para dibujar el cielo, después de la vida. Sin ellos, no hay color, no hay sabor, no hay calor. Sin conflictos, no tendría sentido vivir una vida entera. Te hacen crecer, te hacen volver pasos enteros para caer en la cuenta, de que a través de ellos, tú puedes mejorarte a ti y a tu entorno.

Los artistas hablan de conflictos creativos, viven la vida con conflictos farragosos, como todos, pero hablan y trabajan con conflictos creativos y pueden hacerlo porque son expertos medidores de fuerzas, velocidad de voluntades que se oponen. Expertos en peso, volumen del objeto o cuerpo a mover y expertos en llenar de acciones que trabajen de forma individual para cada uno de ellos y que a la vez unifiquen con el objetivo de transmitir mensajes.  Un artista con este tipo de entrenamiento, conoce y cree que toda tarea puede ser llenada con esta formación hasta dar con la clave que genera trabajo productivo y bello que busque expresar una visión.

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