viernes, 23 de diciembre de 2011

Ligerito que llegan las fiestas para celebrar año nuevo

Mar en calma o plato y camino que lleva a la tormenta
 (Bañaderos, Gran Canaria)
No seré yo, la que salga a la calle y lleve lentejuelas atadas por el tejido que forma vestido pero, reconozco, que si hiciera falta, saldría pintada de lentejuela entera al escenario o me descolgaría por una infinita hilera de ellas para hacer llegar, a mi interlocutor, cualquier personaje que buenas nuevas, trajera. Sea como sea, cerca del mar, los colores tienden a volverse pastel en milésimas de segundo y solo lo que cubre la naturaleza mantiene colores brillantes que allí se quedan con ganas de estar toda la eternidad. 

Mis cajas permanecen llenas de recuerdos sabrosos que traen placeres y gustosa alegría pero que también llenas, permanecen, de sufrimientos que una vez dados la vuelta, tornan en volverse puntos de inflexión de los que aprendes más que si todo hubiese quedado en calma o mar plato. La sorpresa llega cuando tomando, todo recto, el camino que deja el sol en el agua, hacia la tormenta te encaminas y  descubres que tanto plato, como tormenta son el mismo mar que te calma. 

Todo un año juntos y por el camino te cuento con quien me topo y a quien desespero pero no te conté que ha sido un año "extraño" que llega a su final envuelto en quejidos que salen de todos los huecos con la pretensión de tomar la posición de relevante, en una estructura de pensamiento, que no deja de considerarles más que estúpidos velos que apartándose dejarán ver un paisaje espléndido. 

2011 o el año que ha caminado entre voces que desvelan misterios mientras se sacuden de encima las intenciones del sufrimiento que, vuelto del revés, es convocado para desestimar el potencial de miles de personas que ahogadas, no saben por donde queda la arena a donde ir a desembarcar. Sin embargo, no hay arena más sólida que la mar en pleno movimiento, aunque el movimiento invite a pensar que la mar quiere vomitarse a si misma. Allí no eres un tonto corcho a merced de olas y viento, no creas esto o perecerás en medio de la tormenta. Lo más aconsejable, es dejarse mecer acometiendo, lo que solo saben hacer los que del mar viven y que asusta al que pasea su vida tierra adentro, si la ola llega de frente, lo más acertado es darle la cara y enfrentarte a ella buscando la huida de las rocas que enmarcan la seguridad de las costas.  Llegar a tierra firme, en medio de la tormenta, es acometer de frente a lo que te sigue y en un despiste, bordear la dirección que quiere embestirte. Si viene fuerte, date la vuelta y sáltala, no dejes que te arrastre porque llegando a la playa no encontrarás más que tu mortaja. Entre más alta más rápido debes elegir ir a encontrarla. 

¡No salgas, nada hacia adentro! ¡Nada en contra de la ola! ¡No salgas!

Si estás en tierra, sí, entonces dale la espalda y huye, corre más de lo que corre el viento pero igual, elije posicionarte siempre más alto que ella. 

Las acciones causan efectos parecidos a esta especie de metáfora. Estás donde debes estar, pero si las aguas se enfadan, elije siempre estar más alt@. Encima de un acantilado, las horribles olas enfadadas, no son más que ondas de fuerza en continuo movimiento y choque. Sube alto, a lo más alto, por encima de las aguas, por encima de una ola, tú siempre serás quien lleve el control.

Puede quitarte el pan, el agua, la salud, el barco, la casa. Puede una tormenta quitártelo todo, pero nunca olvides que semejante onda de impacto, no tendrá fuerza si tú posicionas tu felicidad y la de tu entorno, por encima de todas esas montañas que contra ti llegan y que lo que fue conseguido y quitado, simplemente puede ser restaurado, porque si antes lo hiciste, solo debes empezar de cero a buscarlo.

Quizá ha sido un año en el que hemos perdido mucho y además, queda la certeza que el año próximo será otro año de grandes pérdidas pero yo veo que, por debajo y sin venir a cuento, hay corrientes que despiertan en un devenir que dejará abierto caminos nuevos.

Toma fuerzas, pues y busca huecos para que nadie pueda quitarte ni el más mínimo trocito de felicidad, protégela de la resignación, del sentimiento de culpa, el de impotencia, el de hambre desesperada o la necesidad de enfrentarte al mar con violencia porque solo con la felicidad, tú construirás un mundo nuevo, si éste nos fuera quitado de un plumazo.

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