La experiencia de compartir códigos técnicos con Charles Chaplin. Entresacarlos de sus magistrales interpretaciones, desmembrarlos para descubrir los hilos de trabajo, investigar sus procesos, elaborar hipótesis de trabajo para ponerlos en pie, con la colaboración inestimables de los textos más cómicos de Antón P. Chéjov. Ha sido la experiencia más placentera y enriquecedora de mi época de estudiante.
La clave de su técnica está en la respuesta que da a conflictos, problemas y obstáculos que comparte con los héroes trágicos. Una respuesta rápida, no pensada, no decidida, no estructurada, no pasada por el tamiz de la razón y la lógica habitual. Siempre dirigida a la acción física más hermosa y útil para expresar a la perfección el mensaje de cada pieza. Da pie a interpretaciones magistrales llenas de belleza, repletas de contenido que nos hacen asistir al despliegue de efectos de un héroe tragicómico de una envergadura sin parangón.
La delicada elección que como actor hace de su línea de acciones físicas escribe poemas de interpretación que todo actor, director y artista debería estudiar y probar en profundidad. Enfrentarse a un papel cómico sin haberse detenido a entender a este artista, termina convirtiéndose en una temeridad.
Siempre anduve como loca y enamorada de su personaje.
Siempre admiré al actor que escondía ese personaje.
Siempre quiero poseer su sabiduría escénica.
Y siempre me pregunté ¿Que habría conseguido Chaplin, haciendo un Hamlet?
Siempre quiero poseer su sabiduría escénica.
Y siempre me pregunté ¿Que habría conseguido Chaplin, haciendo un Hamlet?
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