Barcelona.
Sabor a frío en todos los recovecos. Olas negras de mil metros que se atreven a lamer mis pies reptando, rápidamente, por las arenas de la Barceloneta. Ensalada de escarola, con alcachofas fritas y frutos secos. Sufrimiento de actores a los que se les presenta el movimiento. Sufrimiento de bailarines que quieren bailar los textos. Intercambio de partituras, desayunado quietos, en azoteas ateridas de sol y viento. Humedad musical que atraviesa ventanales que dan el cielo.
Vocales y madres de movimientos. Partituras perfectas de texto. Trabajo, trabajo, trabajo hasta que me raptan las Ramblas y quedo perdida entre las gentes que la viajan.
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