jueves, 11 de noviembre de 2010

Artes escénicas. Experiencias que prefieres que no acaben



Resulta extremadamente gratificante compartir una experiencia artística en un marco en el que los equipos consiguen una transmisión correcta del mensaje, un diálogo correcto y una interacción con su público. La anomalía sucedería en el momento en que un equipo que intenta captar la atención desde un espacio escénico no logrará este tipo de relación in situ con su público. Unas veces será más acertada y en concordancia con los objetivos definidos con antelación, otras veces, se hierran direcciones, pero el artista sabe y conoce el trabajo, a tiempo real, de una improvisación que busca, sin descanso, direccionar correctamente a su público hasta atraparlo en un puño y decidir, por él, cuando ha de reír, cuando sonreír, llorar o desesperarse por no poder gritar a los personajes que consideran están equivocados y que pueblan las escenas. Esta capacidad para lograr que el público sea trasladado al mundo de la convención genera una vinculación profunda y permite que los equipos artísticos adquieran capacidades más allá de los límites, aún cuando el esfuerzo resulte agotador en el desarrollo del producto, persiguiendo esa total entrega del público hasta convertirlos en fans, que pueden o no estar más o menos de acuerdo con la elección y el trabajo de la pieza pero que nunca podrán sustraerse al agradecimiento que sienten hacia unas personas que son capaces de llevarles en volandas a sitios que nunca se atrevieron a soñar, que revisan para ellos acciones hasta desnudar los más mínimos detalles que se necesitan contemplar para ayudarles a encontrar soluciones a problemas reales en sus vidas o que, con total simpleza, les llevan a soñar con que las cosas podrían ser de otra manera.


Las artes escénicas, dan cuenta de un secreto de valor incalculable que en ámbitos comunes donde el error, el fracaso o una equivocación se manifiestan como signos que significan desastres, ellas logran convertir el hábito de observar errores para transformarlos en los más grandes aciertos por medio de ese diálogo interactivo constante con un público que respira casi en su cara.


Cuando hablamos de disciplinas artísticas que se manifiestan en espacios escénicos, hablamos de una comunicación constante que se provoca a través de la historia, el discurso y el mensaje puestos en pie y desarrollados dentro de los parámetros de una convención escénica, que por convención puede ser vivida, a vista de todos y dispuesta a modificarse según la interacción que esté provocando en quien lo ve.


A diferencia de otras manifestaciones artísticas, las que usan de estos espacios, están expuestas a un continuo diálogo porque el receptor de sus mensajes está presente y debes invitarle para que pueda exigir ser escuchado de forma constante y así lograr que pase de estar pintado a ser totalmente activo en la acción con el objetivo de conseguir el máximo de implicación que en artes llamamos catarsis. Totalmente inmersos en lograr este estado catártico en el público que asiste, los artistas terminan de cerrar procesos de elaboración de material para, al día siguiente, encerrarse de nuevo en sus laboratorios a investigar y desarrollar nuevas propuestas para caminar con más facilidad en nuevos encuentros por la senda que termina manteniendo a todos pendientes de sus acciones escénicas.


Cuando consigues esa catarsis, por muy pequeña que sea, tú desde el escenario y ellos desde la platea, desean que nunca acabe la magia y todos concluimos, en que mañana, todos estaremos esperando para vivir de nuevo ese tipo de experiencia.



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