viernes, 24 de junio de 2011

A la hoguera con las Vanidades

Si tof@s somos, en realidad, material de cuentos, es porque somos susceptibles de convertirnos en protagonistas de cuentos que no deparan aventuras refrescantes o antagonistas, que mueven universos para paralizar el mundo en que viven. Siguiendo el hilo que deja abierto el tema del miedo escénico, hablar de los pequeños y grandes detalles, que perfilan los puntos, donde se dibuja tal concepto, nos viene perfecto, sobretodo si lo queremos es poder elegir entre ser personajes dignos y respetables o morirnos envueltos en el lino de personajes menos agradecidos, sin dejar, ni el más mínimo resquicio a la transformación y construcción o branding consciente que genera aplausos, vítores y alharacas, allí donde ni siquiera las buscamos. 


Que me perdone Tom Wolfe pero, hay mucho que quemar solo para salir a escena y no tropezar, cuando eres tú quien debes tomar la acción y con acción, tomas la escena. Y por escena, todas las acciones y escenas donde seas un personaje en el que te esté apuntando un cañón o haz de luz que se quede prendido en tus pestañas mientras provoca, aunque sea solo, una mirada perdida de alguien, de quien te percatas, que te observa.


Esta hoguera viene ya impresa y enredada en infinitos recovecos, donde sin querer quedarte preso luchas a muerte por salir, nunca vencida, errando las coordenadas de donde se desarrolla, de verdad, la gran batalla. 


La vanidad se manifiesta como un despliegue de habilidades, capacidades o recursos que bailan solos al son que sostiene la necesidad de recibir aplausos que hinchen el ego que anda con la nariz enferma y resfriada buscando oxígeno, allá, a lo lejos, porque necesita remendar, con aire fresco aquel que te falta viviendo en medio del fuego de quien quiere encontrar en la mirada del otro, la aguja con que coser desde fuera lo que debe ser cosido desde dentro. 


Ella llega toma cuerpo en tu cuerpo convirtiéndote en el pavo que levanta narices goteantes y enrojecidas de ira perversa cuando no recibe la devolución de una devoción inequívoca tomando tripas que tuercen desde el mismo centro del ombligo para apretar traseros, inflar pechos y subir cuellos que viven engarrotados obligando a lanzar miradas ennegrecidas por encima de la línea de los ojos de quien te rodea. Digo yo, que tengo muy larga lengua, que desde la platea quedas viendo pavos en escena más preocupados, por la iluminación que da hasta el perfil considerado más bueno, que del texto o acciones que se emiten y vuelvo a comentar, que de forma irremediable, solo logras atrapar a aquel que llegó hasta la platea a contemplarte solo si lograste manipularle antes. Y que aunque te emita un "Que mono o mona quedaste" de entre sus palabras podrás entresacar la absurda percepción de que en realidad no entendió porque le invitaste a la pieza que le vendiste ibas a trabajar y no lo hiciste para deleitarle antes de cayera el telón. 


Este concepto de vanidades hacen que el actor salga a la escena amándose a si mismos por encima del arte y a pesar de que genera pocos errores de texto, es sin embargo, en el cuerpo y la comunicación con el otro donde mueve contradicciones tan palpables que no queda más remedio que calificarlo como simple y puro miedo escénico, de quien termina viendo que su ego, más si este anda algo enfermo, representa escenas que no calan por dentro a un público que espera una construcción o branding más o menos, bien bailada.


Como actores, al final del cuento, venimos siendo tod@s en diferentes parcelas, no queda más remedio que lanzar a la hoguera a las vanidades. Siendo hoy día para quemar rastrojos y trastos viejos en fuegos que traen costumbres viejas podemos aprovechar la ocasión para que lleguen hasta las naricillas de espíritus malos, buenos y de un San Juan que hoy tiene mucho trabajo, el tufillo que deja la vanidad al quemarse para tomar circunstancias favorables o desfavorables y construir un perfecto material de cuento. 



3 comentarios:

  1. Precisamente una amiga en Gijón me mostró ayer con unas fotos la celebración de San Juan. Muy interesante! Tanto como tus palabras!!! :-)

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  2. Es una fiesta que me encanta y una explicación y razones de peso que nos das para afrontar el día a día también y cambiar lo que no nos gusta, al fuego!!
    Saludos :-)

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  3. Gracias por participar corazones,

    San Juan, es el patrón de mi ciudad natal y allí las hogueras son tradicionales. La costumbre es soltar a la hoguera lo que ya no quieres en tu vida y las vanidades, me constan, llenan las mochilas de pesos. Así que mejor a la hoguera con ellas.

    Saludos ;-)

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