Momentos inolvidables desde reencuentros con el mar
Salpicaduras de yodo y sal que convierten heridas viejas en pequeña cicatrices, estén dentro o estén fuera. Te digo, que no hay amante que se le parezca, desparramando generosidad y voluptuosidad de movimientos que te sostienen ingrávida y entre caricias envuelta, mientras, frescura y tibieza se hacen contigo, una misma cosa.
Dicen algunas lenguas que ante él quedas pequeña como botón perdido entre toneladas de arena y te digo, no es lo que yo comparto ante su magnífica presencia aún esté quieto, azul, verde o enfadado levantando toneladas de agua que revienta contra inamovibles rocas para romperse con ellas en infinitas gotas. Tantas gotas, como granos de arena saltan de acantilados que, a pesa de los pesares, parecen quedar quietos. Gris, con enormes vetas negras o doradas creadas por arena en pleno movimiento. Paralizada como la más fuerte de las piedras yo, asumo el respeto que le debo pero siempre recuerdo que él soy yo y yo soy eternamente mecida, eternamente fuerte, eternamente grande, eternamente imponente, fresca y tibia como sus aguas transparentes.
Nacer en él, irte lejos pero saber que, siempre, te espera y que a él volverás siempre para encontrarte con barquichuelas, olor a acierte de coco que se mezclan con sabor a sardinas fritas y fresca cerveza que compartes con las caras sonrientes que dibujan las piedras en su ir y venir por la marea.
En cinco segundos estoy en tu casa. Te pico al timbre y bajas.
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