Atrapada entre las líneas de un mísero cuento, atormentada por una realidad creada, que subyuga mis sentidos, terminan mis manos, haciendo volar un libro de tapas negras, hasta el mismo fondo de la habitación. ¡Menos mal que soy actriz! ¡Menos mal que sé que es un libro! ¡Menos mal! si menos, mal pero dos semana duró el arrullo sureño que quería hacerme dormir y que era evitado a toda costa, para que las pesadillas, convertidas en imágenes nítidas, no saltaran a la comba por mi alcoba. ¡Menos mal que el autor fue muy sabio y dio nombre de gorila al criminal! pero no podía dejar de lado, todo el horror que había desatado en mi mente calenturienta, con muy pocas resistencias a la imaginación.
Ni nombre tenía el autor, que yo quisiera saber y la calle Morgue, ya podía existir o no, pero si, por casualidad tropezara con ella, tenía absolutamente decidido, no pisarla aunque en ello me fuera la vida. Hay personas que se enfadan, con otras personas y estas a su vez con ellas, yo me enfado con libros que termina caídos por los rincones y allí se pueden quedar, tirados en el suelo, hasta que las ranas críen pelos. vea elefantes volando o, se levanten mis curiosidades, a través, de "extraños" encuentros que terminan desvelando, que lo desechado fruto de un impulso, guarda miles de secretos placenteros. Dos segundos y tomo en volandas aquellas tapas negras para levantarlas hasta lo más alto de cualquiera de las estanterías que atormentadas por el peso, acumulan infinitas hojas hilvanadas.
Curiosidad y casualidad hicieron que Edgar Alan Poe, pasara del frío suelo a mi sección, de expertos en ayudar a desarrollar la imaginación, cuando me di de bruces con un título de lo más anodino "Conversación con una momia" ¿Cómo que conversación con una momia? y de la momia ¿Como un diablo en el campanario? y un Rey llamado peste y una ristra de divertidas disonancias fantásticas que atraparon, para siempre, mis placeres como lectora, al autor que había logrado, que yo, hiciera volar un libro por encima de 5 metros de obstáculos y eligiera desterrar su nombre, por el susto que me había dado.
Dicen las malas lenguas, que sospecho, son ciertas, que Poe, no lograba describir con acierto el mundo interior de sus personajes pero lo que yo si extraigo, de su obra, es la capacidad asociativa del infinito material subsconsciente que traza caminos certeros para atarse en las formas conceptuales hasta dar contenidos inusuales a espectaculares escenas, que llenas de signos, se muestran capaces de traspasar fronteras para atarse en el fondo del miedo o la sonrisa de quien se atreve a leerle.
Un cuento, es una larga historia condensada de tal forma y manera que estalla en el interior del lector, como una certeza, en poco menos que cuatro páginas. Tal característica, revela dificultad máxima para cualquier autor que se precie y tal característica aislada en, solo unos pocos que pueden escribir grandes cuentos, es mil veces alabada por mi, si encima, entre sus páginas encuentras la técnica adecuada que te permite construir personajes atados a complejos significados, sin temer salirte del tiesto de aquella naturalidad que pide el público de entrada, cuando ya la convención, queda definitivamente instalada en la mente del que observa dejando las líneas que no debes pasar, completamente desdibujadas, permitiéndote así, la posibilidad, de subir una escalera para consolar al Pierrot que llora, roto de dolor, colgado de la luna y que nadie se extrañe de tamaña osadía interpretativa ¿Puede actor, o persona interesada en desarrollar su potencial creativo dar la espalda a Edgar? Yo creo que no.
Quede constancia, eso si, de que a pesar de haberse quedado aparcada la obra completa de Poe, en mis recuerdos y estanterías, no ha habido, ni una sola vez, que aún, amargada por que se me volvían a acabar las hojas para leer, volviera a estimar la posibilidad de abrir de nuevo el libro, por los "Crímenes de la calle Morgue".
No hay comentarios:
Publicar un comentario