miércoles, 21 de noviembre de 2012

¡Ay! ¡Ay, de aquella décima! ... dos números primos abajo

¡Ay, aquella décima! que tenía descolocada toda la contabilidad de un amigo que ahora se ha convertido en casi hermano de dos cabezas locuelas, que cuando tienen sed recurren a una corta llamada de teléfono.

Ay, ay, ay de aquella décima que locuela nos traía a tod@s tirándonos de los pelos.¿Perseguiste décima entre líneas quietas de libros mayores y menores entre t y regularizaciones cualquiera y sentiste la locura apostada detrás de tu ceja? Cuarenta números primos, más abajo, y trescientos arriba, rodeando tu cabeza en aros de absoluta paciencia, se abren paso bosques enteros de cifras compuestas de que una vez colocada, allí se quedará quieta. 

Angustias, genera aquella décima, por la conciencia de quien sabe que, a ciencia cierta, y escondida, anda creyendo que, la buscas, para darle la vez, cuando de personaje extra no pasará a protagonista, a no ser, claro que retuerza todas tus tripas, logrando explotar tu cabeza para pasar a tu recuerdo como, aquella inconsciente décima que, a fuerza de jueguetear contigo casi te hace llegar hasta las salas de urgencias. 

Sin compasión querrías tratarla cuando por fin la encuentres pero, amig@ mío, nada más verla rompe la tensión en lágrima y por saber, sabes que una vez encontrada acabas de salvar humanidades enteras. 

Ay, ay de las décimas borrachuzas y traviesas, cuídate muy bien de ellas porque de sed empapan las ganas de terminar tareas mecánicas eternas o alégrate de tenerla porque dos cabezas locuelas acudirán a compartir quebraderos de cabeza y para borrachuza la décima, borrachuza tú y aún más traviesa, saca de la mochila la lupa, tira del paragüas viejo y descuelga tu desasosiego por líneas enteras de debes y haberes. Haberes para alegrarte ojuelos y deberes para recomponer estrategias, hasta dar con ella que, sin la más mínima duda, aventuras y desventuras vividas en libros contables cualquiera, pueden dar mucho que hablar a la hora de tomar unos cuantos cafés por las anécdotas acumuladas en tan "extraño" lugar. A fin de cuentas, es plausible vivir aventuras fascinantes y enteras en cualquier recóndito  rincón de una vida, aunque esta parezca, condenada a la más estúpida de las tareas. 

Ahora, te digo que si en vez de llamar a dos cabezas locuelas para que te ayuden a buscar a la décima perversa, hubieses escogido llamar a Sherlock quizá la aventura habría terminado en dos segundos y medio o tendrías aventura habiéndote embarcado en buscar a Holmes donde su amigo desespera después de perderle la pista entrando por Linkedin al cruzar por la izquierda. 

De buscar y búsquedas va el cuento y entre, cuento y cuento, te cuento que para contar décimas mejor hacerlo divertido cuenta a cuento.


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