viernes, 22 de febrero de 2013

Entrando por el 2.0 aún sin saber que es eso

¿Predestinación o cayendo en tentación?

En un mundo donde huele a tablas, a maquillaje mezclado con olor a sudores llenos de perfumen almizclado que andan pegado a los viejas formas de encajes y atados a terciopelos que golpean texturas, colores, gestos y textos volcando vasijas llenas de contenidos y mensajes por toda la sala de butacas ... ¿Un ordenador? ¿Ordenador? Ah, si, es eso que nos permitió tirar la Olivetti y guardar Whouuuu los proyectos que copiados y pegados nos permitían sacar la estructura identificativa del grupo de trabajo, sin tener que reproducir, letra a letra, mientras incluyes lo nuevo.

La primera vez que vi un ordenador, de cerca, fue metido con calzador, en casa. Una llamada, en el puesto de trabajo, me "regaló" un ordenador. Cómo consiguieron ese teléfono, aún sigue siendo un "misterio" pero acepté la llamada que llené de un vacile incrédulo y a las 18:00 tenía en el salón, un cabezudo que aumentó el trabajo de limpiar el polvo acumulado mientras arrancaba un susurrado "Este cabezudo me mira, yo lo miro y nunca tenemos nada que decirnos" Hasta, que alma caritativa me habló del paquete office. De las "causalidades" que me hacen formular la pregunta ¿Predestinación o cayendo en tentación? 

Aliviado el trabajo de oficina que, guste o no guste, es rutina en cualquier equipo de trabajo artístico. Internet ¿Internet? ... entras y oteas, yo siempre entro y oteo, es esa curiosidad que me mata hasta siete veces, como a mi gata ¡Uffff! para pasear por calles comerciales, nunca tiene tiempo un@ que se dedica al Arte y cuando lo hace, aprovecha el momento para pasear calles. Correos, otra comodidad que facilita tareas a quien cambia de grupos de trabajo como de camisas, perfecto. Portales de muestra de negocios, más calles aburridas con aburridos escaparates, Messenger ¡Pues vale! pero a mi con dos frases no me arregla nada. Facebook para estar en corrala prefiero quedar a preparar escenas.

Y un día, ves como el correo comienza a convertirse en vehículo de diálogo constante. Encierras en círculos a quienes hablan contigo de teatro, a los que hablan de soluciones sociales, a los que comparten contigo copas y amistades, a los que comparten sufrimientos, a los ... y piensas "Algo cambia, algo está dando vueltas" 

¿Trabajan en internet cuando tu solo amas los aires y temes, más que a la peste rutinas de oficinas siempre iguales?

Y viene alguien y te reta, atando tus habituales curiosidades. Entras y ves que de aquella calles comerciales, ahora hay escaparates con animación en constante movimiento y olas interactivas lamiendo pies de imágenes antes lejanas, detrás, aún más lejanas aquellas que siguen manteniendo escaparates aburridos que ya desestimaste y entonces, te das cuenta, lo viejo en nuestras ciudades queda justo en el centro de los núcleos urbanos, lo nuevo abre los paisajes pero en redes, lo nuevo es lo que ves en pleno centro y lo viejo termina cayendo a feos complejos industriales.

¡En internet, todo es al revés!

El usuario adquiere más valor que todo lo que le acerca las cosas que usa.
El mensaje único y repetitivo, por más atractivo que sea construido, cae derrotado por la capacidad de reflexión y comunicación que tiene el usuario.
El usuario vive en una constante percepción de abundancia donde él es parte activa y no pasiva como reclaman las formulaciones que ven escenas en pantallas planas de TV, de papeles impresos, de lienzos bellos.
El usuario está en todas partes, a la vez, a veces, parece que uno solo podría ser millones y millones, a veces, parece que son solo uno. 
La red es la construcción del mito social, que tanto gusta al Arte, en constante crecimiento y movimiento.
El usuario se llama con nombre y apellidos pero también se llama como millones de personajes.
El usuario es personaje que construye y vive realidades. 
El usuario construye y vive realidades a vista de público tan numeroso que ya, ya, ya le gustaría a un actor atrapar en un teatro.

Y del teatro, terminas extrayendo, que internet coloca a un individuo que, en las calles viejas donde hablan solas las imágenes, podría pasar, siempre desapercibido a ser antagonista o protagonista en cuestión de segundos, allí donde el actor relentiza el tiempo para lograr esa habilidad de cambio de vestuarios.

Vivir viviendo en medio, justo, del escenario, con miles de voces rugiendo ¡Bravos! y ¡Fuera! y terminas observando que quien allí se queda, se sostiene solo, única y exclusivamente, por la coherencia honesta. Así te lo digo, a lo bestia.

¿Predestinación o tentación?

Ni idea, pero sea como sea, yo estoy aquí porque todo huele a la escena.

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