jueves, 4 de septiembre de 2014

El poder hipnótico de una ventana abierta

De los que quedan

Dale largas al calor y permanece adormecido el verdadero brillo de lo que las rutinas tardan en hacerte creer que es valor aquello que vives. Allí donde la libertad te parece alejada, donde sientes que la protagonista de tu vida debería ser otra, una con más canas, con menos arrugas, con la liturgia bien aprendida o el corazón arrastrado detrás de pasiones o luchas que brillan para la posteridad o dignas de ser impresas en el papel que soñáste cuando rompías la adolescencia escondida detrás de una ventana que nadie te permitió romper. 

Rabietas que culpan, que se enroscan en las orejas de viejas y viejos que no podían terminar sus vidas sin romper otras a las que creían debían evitar "torturas" imaginadas por más viejas y más viejos que muriendo dejaron huellas escritas en aldeas, pueblos, ciudades, países y mundos enteros. Mentirosos que arropan la cobardía vistiéndola de "Amiga, querida amiga prudencia" o "Amiga, querida amiga, la vida, es así". Rabietas que solo ocultan que la cobardía aparece pronto y a la que, si no la estimas como enemiga a la que eliges vencer toda la vida, se atará en corto a las antiguas que dejaron huellas creando sociedades enteras llamadas amarguras e impotencia que adora, como becerro, el mantra de lo que "debes hacer, debes decir, debes sentir" Ay, ay agotadora vida que cree ser en ese trocito de felicidad que uno roe sentado al sol.

¿Y ahora? y ahora vuelas rabietosa porque por ahí te parece que se desdibujaron las líneas soñadas, imaginadas y reprimidas, encajonadas en emociones nunca sentidas, nunca probadas, nunca experimentadas y que, con el paso de los años, parecen descubiertas como para haber sido vividas debías haberte convertido antes en el héroe anónimo que deja de culpar para tomar las riendas y entre culpas y culpas al mundo, más cobardías extremas y repetidas que solo pueden vivirse en pos de que vuelvan a ser otros, los gigantes, los grandes los que te lleven y te traigan por lo no vivido convirtiendo la poesía de la rutina en una leyenda absurda que solo destruye lo que nunca podrá ser construido con una vuelta y revuelta a tiempos que ya no regresaran.

De los que se fueron

Y los que quedan y los que se fueron y los que regresan y se siguen esperando que tú vivas por ellos pequeños o grandes sueños de glorias que el que camina, ni siquiera estima más que como absurdas intenciones del que no puede percibirse en miles de formas con las que juegan hombres y mujeres de acción y que preferirían la muerte física, antes que permitir que uno solo de sus personajes o formas termine anquilosando la puerta de entrada y la salida de su vida.

Más ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! de las vacaciones y sus juegos. Esos juegos que desde la diversión parecen dibujar la posibilidad de testar vidas nuevas como propias olvidando el pasado y dejando a la no experiencia, delinear futuros donde, por fin, escaparas por la ventana que parece quedar abierta y ¡Ay! de las ventanas abiertas, cuando aquel que nunca pudo abrirlas las encuentra dispuestas a la aventura. Ay, de la angustia de quien aún percibiendola abierta, nunca consiguió más que emitir la queja de tenerla cerrada por culpa de aquella o aquello. 

Vidas que regresan y encuentran lo mismo y más de lo mismo y todo en su sitio que por unos días anda permitiéndose soñar con la poesía que no logran sospechar que nace de la capacidad de acción para romper vínculos, destruir picaportes y andar solo para dar formas nunca imaginadas por viejos y viejas a los que, sin lugar a dudas, deberán dejar de ser escuchados rompiendo con aldeas, pueblos, ciudades, países y mundos enteros. 

A jirones para emprender el vuelo y oler libertad que no huela a volver a cerrar otra ventana quedándote, de nuevo, detrás. Ay, de la agotadora vida que cree ser ese trocito de felicidad que uno roe sentado al sol y que alentada por visiones del héroe, no comprende que agotadora es también la vida del héroe que a fuerza de soledades, estimó romper para hacerse en patrón que nunca llegaran a conocer quien nunca saltó. 

Más si la intención es fuerte, aún siendo vieja la apariencia, ¿porque no alentar a que aprenda a levantarte de la silla, abrir el picaporte, saltar el quicio y salir a andar, a solas en el día y la noche?  o, cuando la cobardía es extrema aún, ¿Porqué no ayudar a estimar que detrás de las ventanas, también se pueden crear vidas absolutamente maravillosas? Amig@ mí@,  las casas de quienes se fueron y fueron protagonistas, también se sostienen en hermosos momentos de rutinas detrás de ventanas cerradas.

A fin de cuentas, no hay protagonistas sin antagonistas y la vida solo es lo que dibujes tú o tu cobardía, así el cuento ¿Que más da donde estés? Déja la queja y camina. 

¡¡¡Vaya, no me digas que no logras hilar relato con Branding y Reputación de Marcas!!! 

;-) 

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