Bea Fernández (Danzadora) |
De la que llega, sin casi conciencia, por necesidad de ser o pertenecer al mismo sitio que el otro y se nos engancha en estado tan bajo como la envidia.
Llena de metas, con planificación a cuestas, objetivo tras objetivo que me acercan a lo percibido, como no nuestro, como robado o perdido. Si fue robado ¿Que importa si para conseguirlo piso cabezas? Si fue perdido ¿Que importa si para encontrarlo me pierdo?
Caminos inciertos que desembocan en las plazas que construidas con sensación de falta erigen tronos al gusto extremo por la apariencia. Apariencia de ser y apariencia que ensucia el verdadero valor de la diferencia.
O competitividad por negación
Y de ahí llega la oposición más férrea a cualquier intento por ser perteneciendo a lo que sospechas está vacío y preso de la inconsciencia que se ensucia con estados bajos que acaban atados y bien atados a la necesidad de manipulación de la imagen anhelada.
Llena de ocultaciones, repleta de inciertas desavenencias que retrotrae a la certeza de que, el otro, no ve, no quiere ver, no quiere saber del valor que trae y se lleva la sospecha percibida como amenaza de quien, en realidad, eres. De quien podría llenar carencias y se empeña en crear fórmulas, estructuras, construcciones que demuestran la veracidad de tu valor, donde nadie quiere ser movido, visto o percibido como vacío y lleno de sensaciones de pérdida.
Caminos solitarios que abren caminos para llegar, como ejemplos, convertidos en la demostración viva, palpable y molesta de que hay formas distintas donde no perderte y no pisar cabezas hasta llegar a descansar, en el ojo del otro, como valor real.
O competitividad por aceptación
Aceptación de quien eres, de quien es el otro, de hasta dónde van y vienen las diferencias para compitiendo y venciendo la letanía de la queja que niega y el cuento de la sensación de que no soy más que lo que ven los que habitan en círculos que, en apariencia, me son negados, elige, paso a pasito desandar todo lo andado para crear puentes que unan y, rehabilitar plazas hasta conservarlas como espacios donde caben todos los tronos, todas las plumas que marcan y remarcan las diferencias enraizados a la verdadera escencia, ahora si encontrada.
Competición extrema que se empeña en recordar el verdadero valor poseído. Competición que se compromete a revisar la queja hasta potenciar la conciencia de que eres tú quien se aleja porque los puentes, amig@ mí@ son elecciones propias y aunque el que se olvida hasta de si mismo por vivir el juego de las apariencias, pasará o no pasará pero, tú que sabes dónde está, quizá tengas la responsabilidad de empezar a diseñar.
Atrás y adelante, a la izquierda o hacia la derecha, te cuento que hoy aceptas, mañana niegas, pasado te comparas y si miras por encima del hombro, puede que hasta veas que, en realidad hoy niegas, mañana te comparas y pasado aceptas en un infinito círculo que genera el movimiento y que la única opción que tienes es saber quien eres y que vales, ser consciente de como te ves y cómo te ven, conocer las idas y venidas que te obligan a la pertenencia y elegir, siempre, tomando las riendas que obligan a sentirte consciente de la plena responsabilidad de cada momento, en una danza eterna que ha de amar más el movimiento que la vaga sensación de estar.
Dancemos pues.
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