viernes, 3 de diciembre de 2010

Fernando Fermán Gómez. Maestro de maestros.



Fernando Fernán Gómez,


No me gusta hablar de actores, equipos y cine o teatro en España de forma directa. No me gusta, porque no hay tabla para medir que tenga un rasero medio. Tienes una medida que da con un listón muy alto en calidad y no caes por el medio, sin deslizarte a velocidad de vértigo, hasta listones muy bajos y me altero, porque no puedo culpar a los actores o equipos y menos, a las disciplinas de tal carencia sin hablar de figuras o elementos que si bien no trabajan de forma directa el día a día, tienen una importancia vital en el desarrollo de todas las piezas. Baste pues destacar que hay mucho por trabajar en directores que se alejan del proceso a través de una pésima lectura del mundo actoral, abotagados o borrachos de cierto tipo de soberbias. Autores, escritores y guionistas que adolecen del valor o conocimiento preciso para saltar cierto tipo de vicios, que se copian, sin una profunda y seria reflexión previa. Elementos de acción técnica que investigan poco o que atacados de vanidades varias, dan por válidas las hipótesis, sin ponerlas seriamente a prueba. Actores acostumbrados a recibir órdenes, que nunca probaron a abastecerse de infinitas dosis de cultura y que tienden a acatar órdenes, sin mostrar, aunque solo sea en pequeños detalles, la validez de técnicas de las que nada deben saber autores, directores y demás miembros de equipos artísticos o que enfebrecidos del deseo de conatos de fama ocultan que la única razón de peso, que les da valor en la escena, es el esfuerzo en trabajo de carácter artesano que llega de los ensayos.


Pero esta España mía, esta España nuestra, cuando se manifiesta en caracteres fuertes que buscan sin descanso la tan ansiada diferencia para ir a mostrarla, a pesar de las millones de cortapisas que nacen de creencias y que obligan a lo políticamente correcto, en un afán, sin descanso, por estar en completo acuerdo con el juego de las apariencias, da valores de tal brillantez que no puede calcularse lo necesarios que son en las vidas que comparten con todos.


Es tal la presión que sostiene esta pequeña gran sociedad que solo los fuertes logran abrir registros nuevos pero, sin tal presión, ¿Sería posible manifestar tal despliegue de creatividad?


De forma independiente, a si te gusta o no el carácter gruñón y descarado de Fernando, tampoco puedes sustraerte al estudio de semejante portento escénico. Cada detalle de sus apariciones muestra tal maestría en la composición de personajes y contextos que solo observarlo con una mirada atenta rescata infinitos trucos y técnicas. La coherencia de principio a fin en la elección de las acciones es de un gusto privilegiado, el ritmo con que despliega la secuencia de acciones que ha elegido es impresionante. La sincronía que logran sus personajes con el resto del elenco manifiestan un poder salvaje para la escucha. 


En la pieza que os dejo, puedes ver un crescendo en interpretación naturalista, coloreado con aquella muestra, que hoy levanta sonrisas, de interpretaciones rígidas del teatro viejo y casposo. Pero atento actor, porque ¿puedes llegar a percibir el sufrimiento de ese personaje? a fin de cuentas, es por el que caes cuando llegas a la caja negra de un laboratorio a poner en pie tus sueños de adolescente actor aún medio cuerdo y lleno de ciertas creencias hasta llevarlas a la realidad de tu arte para encontrar la misma esencia de tu herramientas.


Aunque dicen que era muy complicado trabajar con él en el mismo espacio, tenemos que asumir que dicen lo mismo, por ejemplo, de Jhon Malakovich y sin embargo, Fernando, es de los nuestros.

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