¿Que tal si aprovechamos las telas de lamentos para hacer escalera improvisada y salir por la ventana? Cinco segundos, que me atuso el pelo y salimos pitando hasta la aventura más cercana.
Coser telas con lamentos, no creas que es tarea fácil. Resulta, cuanto menos, grotesco, ver pasar hilos por lágrimas, quejas, suspiros y gestos que de penas van llenos. Tejer en semejante material, no es un buen material de cuentos porque no se encuentra en el, una estructura dramática convincente. A pesar de los pesares y de que a la palabra dramática, tú enganches, con toda facilidad, una lágrima, te hago el señalamiento de que no te dejes llevar porque y ahí está el tema, no hay color, en esa estructura dramática apetecible. Ella, la estructura, siempre trae hilos para hilvanes muy finos, se tuerce, se revuelca y se desenvuelve entre un comienzo donde aparecen personajes antagónicos que se enfrentan al reto de implantar un nuevo status quo o derrocar esa posibilidad y allí, donde florecen conflictos, pasea, alocadamente, por nudos infinitos de infinitas posibilidades desde donde las batallas, se pierden y se ganan a una velocidad de vértigo para terminar desgranando el trigo de la creatividad en resoluciones que presentíamos o que nunca imaginamos ver. Cuando caes, sin embargo, en el lamento y la queja, te aseguro, querido amigo que ni la Lupa que Sherlock dejó cosida en tu nariz, ni tacones de aguja, de lo más torticeros, hacen que palabras y lágrimas despierten, en quien te lee, más que un gesto de infinita impaciencia, a fin de cuenta, ni hilo, ni hilván, que merezca la pena se mece entre la queja porque desde ese lagrimeo constante, no tienes ni idea de para donde soplar y lograr que aparezca el futuro, y sin futuro, compañero ¿Como vas a encontrar una aventura que dibujar?.
Saltar por la ventana para correr una aventura, da más juego. Una vez en la calle, ya atusado el pelo y con la mochila a cuestas, fácil resulta tomar calle arriba o calle abajo, incluso, y apurando el vaso, correr un tupido velo para dejarnos caer por la alcantarilla más cercana y mientras el lector tapa su naricilla para no coger, de golpe, olores que harían vomitar a un muerto, seguir rodando y bajando por grietas hasta descaer por un agujero cavado en aguas del Japón por un crío aburrido que, espera paciente, la hora del baño después de hacer pesada digestión. Si llegando a Japón el crío te pidiera que jugaras con él al balón, y renegaras de tal juego por las agujetas acumuladas en tu sesión de natación, simplemente podrías dar la vuelta y por donde has venido bajar, atado del bigote de señor Julio Verne, hasta las cavernas habitadas que están abiertas en el mismo centro de la madre tierra. Te guste o no te guste, la aventura está dispuesta y solo, es preciso que tomes decisión una vez, liberados de lágrimas y quejas tejidas como escalera, toques asfalto puro y duro.
Yo opto por lo de bajar hasta el Japón, quieras o no quieras, por el camino hacer parada en las cavernas puede ser una gran idea, sin duda, encontrarse con tiranosaurios y tomar con ellos helados que refresquen bocas secas tiznadas de magma y calor, resultará una idea magnífica y si le contamos al japonesillo que quiere jugar al balón, lo de tus agujetas, sin duda alguna, podremos encontrar juntos actividad y juego más acorde a tus dolores.
Bata de guata rosa, sin tacones quedará genial, así como "arreglá" pero informal y para ti, esa misma casaca, irá perfecta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario