La máscara teatral, ese asusta adultos que divierte a los niños
Para los niños, la máscara tiene el mismo significado que para un actor, detrás de ella, estoy yo, delante son muchos tomando las riendas, asumiendo un solo rostro para contar que las muecas, si son usadas en desmedida, terminan convirtiendo un rostro en una de ellas.
Nunca entendí porque la máscara asusta tanto al adulto, de la misma forma, que nunca entendí la maldición que aqueja a un actor que al confesarse partícipe de esta profesión recibe queja y lejanía de quien le escucha.
Hace relativamente, poco tiempo, alguien me habló de un ser casi mitológico que medía infinitas yoyanas de alto y era capaz de bailar en el cuerpo de una sirvienta para pasar al cuerpo de una dama y terminar asumiendo que era viento, marea, barbero, costurera, gran político y locuela casquivana del tres al cuarto. Decía esa voz que, contaba la leyenda, que sería ese ser mitológico, el mascarón de proa que dirigiría a la humanidad hacia la tierra de la luz tranquila y tal como lo oí, yo te lo cuento, para levantarte un suspiro y susurrarte al oído que no es susto el que te da la máscara, si no susto, el que tienes cuando sintiéndote adulto, al verla, sospechas que te estás convirtiendo en una de ellas.
Detrás de la máscara, estoy yo, y yo para hacer que ella reviva debo atenazar con uñas y dientes su nacimiento, enseñándola a hablar, a caminar, a soñar, a luchar y a sobrevivir muriendo. Detrás de la máscara estoy yo, y tú, con semejante susto solo demuestras que detrás de tu mascara, no hay nadie, porque adulto, muchas veces y otras veces también, significa tomar una máscara hasta creerte que ella eres tú.
Cuando yo era pequeña, veía en las caras de las gentes que me rodeaban, aquellas máscaras y pensaba ¿Cómo es posible que una queja quede varada en la comisura de unos labios hasta convertir una hermosa cara, en la estampa de una vejez marchita y resignada? ¿Cómo es posible que el miedo, deje marcada a fuego su estampa detrás de ojos que se vuelven fríos como hielos? ¿Cómo es posible que la avaricia o la envidia se parezcan y permanezcan hasta la muerte en todas las máscaras que las sienten? ¿Habrá forma alguna de deshacerse de esas máscaras?
¿Hay forma, humana de romper con esa máscara que destroza vidas enteras copiando gestos, arrugas y pliegues en caras avaras, amables, odiosas y divinas convirtiendo, en viejas, aquellas caras hermosas de niñ@s encantados de vivir jugando? Y si, te digo, que hay forma. Rompe tu única máscara, a fin de cuentas, tu cara es cara de muchas caras y ponte ahora una y luego otra, y más tarde otra y nunca olvides que detrás solo estas tú.
Quien no entiende cuenta que el actor es aquel que miente y como tal, mejor huir de la mentira, pero yo te cuento, detrás de la mentira del actor, está el actor que sabe hacer la mentira y la hace con un objetivo claro para un mundo de convención escénica y eso le salva de creerse máscara porque, a fin de cuentas, la máscara solo es una máscara.
La máscara tiene infinitos usos, la usó el chamán para curar infortunios y enfermedades aglutinando contenidos de sanación diversos y la usó el actor para contar verdades, sin sentir la presión de quien quiere censurarle, a fin de cuentas, habla la máscara y no el actor. Sin embargo, el uso más rutinario de la máscara está en la adulta sonrisa o el llanto de la propia vida y esa, siendo solo una, cuidado, porque se quedará pegada a tu cara y si no pones cuidado te hará olvidar que detrás estás tú.
¿Para qué, teniendo la oportunidad del juego constante va el actor-actriz (hombre-mujer de acción) a pintar su vida con máscaras?
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