miércoles, 3 de julio de 2013

Un salto y, nos vamos a casa de Juanito el de los Rododendros

Mira, un salto. Toma la mochila y mientras, yo llamo para tomar billete y despacio, despacio, despacio darnos un salto hasta la casa de nuestro viejo amigo Juanito el de los Rododendros

Dar un salto y despacio, despacio, despacio, encontrar tres casa y tres caras del mismo vínculo. Ninguna cara reconoce a la otra y entre que vas y vienes, ninguno termina, siquiera reconociéndose en alguna. ¡Vaya! ya le doy otro pasmo creativo a la amante de cuentos que terminan susurrándote al oído, que tú, eres, lo creas o no, material de pura leyenda y que, con solo, dos apuntes anudados a dos herramientas, tienes tanto que contar, que por ahí, se me escapa que se ronronee imaginándome en las nubes, cuando de mi nube, a tu nube, no hay ni un paso y medio.

De saber, ya conoces la habilidad que Juanito tiene para dar masajes que llenan de consuelo fascias, músculos y hasta los mismos huesos y que si sentir sus manos sabedoras, es tu necesidad, no pasarás del porche, porque solo en el mecer del mismo viento, amansará el dolor que, agujas haciendo de tacones, rompieron talones. Sabes que, además, tiene la habilidad de llenar su casa de personajes que nunca pensaste conocer y que, si un buen consejo o de mil paisajes nuevos referencias quieres obtener, a su salón entrarás y de allí no te moverás. 

Recuerda, de ir fuiste acompañándome y acompañando, en silencio, al escritor viejo a recorrer su hermoso jardín, plagado de rododendros. Si, rododendros y es que en Juanito y aún, si pudieras llamarle Pepe, hay suavidad y ternura que deposita, así, como fuera, como quien no quiere la cosa, como quien no tiene intención de que te des cuenta, sin embargo, posee al mismo amor, guardado entre sus cosas. ¡Que no, que no que un Pepe, no llora! pero, Juanito, es como otra cosa.

Desde luego, si paseas sus caminos plagados de rododendros, si a gatunear paras en los asientos de su porche y si, entraste hasta las eternas tertulias que musiquean su salón, quizá quieras que te cuente que hay más estancias en esa mágica casa o ¿Donde crees que guarda, el amor, entre sus cosas y sus cosas?. Escalera abajo, doblando la esquina por la izquierda y si el temor, no te puede, te encontrarás en oscura caverna. Dice Juanito que, tod@s, tienen la misma oscura estancia en su vivienda y yo que he recorrido casas, por aquí y por allá, te digo, aunque parezca no estar, está. Búscala, busca, que la encuentras.

Las secretas cavernas parecen oscuras hasta que los ojos se acostumbran a la penumbra, y mientras esperas que suceda, de bultos oscuros y tenebrosos pasas a vislumbrar hermosos objetos que fueron formados por miles, de millones, de trillones de experiencias. Unos sirven para avanzar y otros guardan relación íntima con las vendas que intentan separar heridas de de nuevos tropezones. Reconócelo, allí, te vas, siempre que estás buscando arreglar lo que rompiste en la intención, en la escalera, el salón, el porche o el camino plagado de rododendros. 

Aún así, aún teniendo yo caverna, siempre que rompo algo, en vez de bajar corriendo mi escalera, pienso en llegar hasta la casa de Pepe, perdón, Juanito el de los rododendros.

Y allí, estaba, tironeándose del pelo y colgado boca abajo de una lámpara apagada. Apagada, pero, no te me agobies, que podías reconocerla como pintada de verdes, marrones y azules, haciendo juego con su mirada.


¡Juanito, que estoy en tu casa!

... Por cierto ¿Y el escritor viejo? 

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