lunes, 2 de junio de 2014

El Arte de la construcción de contenidos y la palabra

Palabras ... siendo el más claro y significativo de los canales de comunicación que difícil resulta fiarse solo de ellas cuando el deseo de expresión es de alta intensidad.

Y digo yo, ¿De que le vale al Branding apoderarse o hacerse fuerte en las fuerzas publicistas del Marketing? ¿Cómo cree el creativo que quiere ser adoptado por Branding, que logrará levantar ningún tipo de convención escénica, por muy bella y compleja que sea la pieza, acompañando con argumentos y justificaciones, argumentos tiesos, si no acompaña con acción tan bien construida que elija tener la palabra de guinda y no elemento primario que levanta el pastel?

La unión de palabras engarzadas en frases, como cuentas de collar, manifiestan, siempre, una intención y la respuesta imaginada previamente calibra el impacto de la estrategia que las hizo nacer.

Las cuentas engarzadas con intenciones manifiestas, aunque parezca lo contrario, siempre buscan despertar amor en el interlocutor llevándoles, de una manera u otra a ejecutar acción que muestre lo que deseamos antes incluso de emitirlas como estrategia comunicacional y si no, me entiendes, si no despierto la acción por la que estimo llenaré la copa que necesito para crear la ficción, estimaré emitirlas "matando" aunque eso significa que deban ser borradas para volver a ser hiladas.

Resulta satisfactorio e incluso gratificante verlas hilvanadas dibujando miles de filigranas logrando despertar acción cuando logran ser escuchadas. Allí tan quietitas y sin embargo, movilizando corazones y almas. Resulta espectacular y sorprendente verlas ocupando cabezas dispuestas a ponerlas a jugar hasta dar con la clave que levanta y pone en pie todas las certezas. Resulta conmovedor verlas atando corazones a decisiones que llevan a la acción.

Tu acción, mi acción. Y hasta mi acción y la acción misma percibida como la "buena"

Dicen, sin embargo, las viejas lenguas de los teatros, desvencijados por el paso de los tiempos, que las palabras, palabras, palabras no son más que el mal hábito del penoso actor que, ocultar tiene, que no hay fondo en su trabajo y cuando solucionar se quiere semejante rutina, se le enseña el noble arte de la construcción de partirturas sin fin que terminan quitando valor a la palabra, hasta convertirla en verdadera por encima de la convención escénica que tú aplaudes cuando te sientas en la sala de butacas esperando obtener el rédito que permite observar, analizar y poner a prueba los dferentes puntos de vista y sus estrategias para dar solución a escenas complejas que en la vida te aturullan por las prisas que buscan dar solución al conflicto.

Cuando me puedas contar lo mismo con el cuerpo y su acción que con las palabras quisieras, entonces y solo entonces, viene el actor a adornar con ellas, su construcción y si no, no hay actor.

Piensan las ligeras cabezas que dotar de contenidos los textos, es enrevesar miles de letras en formato de justificación. Piensa la justificación que ella es verdadera cuando los argumentos llegan a cansar por imposición o simplemente hacen dudar y tomar una vereda cualquiera, pero, al observador no hay quien le engañe para que crea la convención más allá del primer impulso que se vuelve tomate arrojado cuando se da cuenta del engaño y entonces mata y mata callando para no volver a pisar los pasillos desvencijados que traen y llevan públicos ahora vivos y después pintados.

Vivos cuando la acción es protagonista de la escena, pintado, cuando las palabras son las únicas que pretenden llenar cabezas.

Y ahora dime, ¿Cuanto contenido crees que hay en una pieza de Chejov y otra escrita por el niño que hace pinitos en el colegio que las dos quedan expuestas a esta sutil regla que enmarca el buen trabajo de un actor o lo hace, penoso?

Queda el contenido relegado a la acción y solo cuando se apodera de ella logra brillar el texto, el mensaje porque, es entonces y solo entonces, cuando hay construcción.

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